Hoy me he despertado filosófica y no he podido evitar escribir esta entrada.
Una vez escuché que, de cerca, todo se vuelve feo, y la
verdad es que no podría estar más de acuerdo con esa afirmación. De cerca
puedes percibir grietas, defectos e imperfecciones que con cierta distancia
jamás hubieras podido ser capaz de apreciar. La materia sobre la idea, de
Platón.
Y con las personas ocurre lo mismo, cuanto más conoces de
alguien, más defectos descubres. Pero es inevitable, al fin y al cabo, el hecho
de ser humanos nos hace ser imperfectos.
Pero la pregunta es, ¿lo que nos da miedo es encontrar esa
fealdad en los demás, o en nosotros mismos? Mejor aún, ¿darnos cuenta de
nuestra fealdad o que lo hagan otros?
Somos nuestros peores críticos, eso es una verdad como un
templo, pero es inevitable pensar que esos defectos propios que nos obsesionan
son tan graves para los demás.
Fotografía y edición: Eva Mena