Se ve que últimamente estoy yo
especialmente reflexiva, porque mis últimos posts están centrándose en mis
propias opiniones sobre la vida que en temas más concretos, como moda o cine.
No prometo que esto vaya a cambiar, al fin y al cabo es mi blog y yo decido
(jeje).
En fin, hoy quería hacer una
pequeña reflexión, aprovechando la marcha 7N que, entre otras cosas, defiende
los derechos de la mujer, en lo erróneo
que es el comportamiento de muchos hombres.
No pretendo generalizar, no todos los hombres hacen lo mismo ni
todas las mujeres son ángeles celestiales, pero es algo que me toca muy de
cerca (tan de cerca que me pasó anoche mismo).
Me parece muy triste que a una mujer, por el simple hecho de ser mujer, le de miedo ir sola por la noche.
Triste e injusto. Sí, sí, siempre es un gesto amable el que nos escolten a casa
por la noche, pero ¿cuál es la razón debajo de ese gesto? El miedo a que nos vaya a pasar algo.
Esa sensación de terror cada vez que vas andando sola
por una calle solitaria y escuchas ruido detrás de ti. A mí, personalmente, me da miedo mirar atrás. Me da miedo cruzar la mirada con algún hombre que
casualmente esté por allí. Y la culpa no
es de ellos, ellos pueden ser inofensivos.
La culpa es de una sociedad que educa a las mujeres para que tengan
cuidado, en vez de a los hombres para que no acosen, consciente o
inconscientemente, en mayor o en menor medida, sexualmente a las mujeres por el
simple hecho de ser mujer.
Porque ya me diréis la necesidad
de mirar con gesto obsceno o soltar un “piropo” a una chica que va
completamente sola por la calle, de noche. Aunque
las intenciones no sean malas, el resultado final es catastrófico.
Y vuelvo a repetir que no estoy generalizando, hay personas y
personas en el mundo, y hombres maravillosos por ahí desperdigados.
Pero necesitaba quejarme de una
situación que me toca sufrir todos los fines de semana, cuando vuelvo a casa
sin nadie que me acompañe.
S.